Nos leemos la semana que viene.
Un saludete guap@s.
Colocar hielo en un vaso largo,
agregar 3/10 partes de tequila y
6/10 partes de zumo de naranja.
Finalmente, verter 1/10 parte de granadina
lentamente sobre el hielo con el vaso inclinado.
PROLOGO
La chica de mis sueños dormía desnuda a mi lado en la inmensa cama de matrimonio de una destartalada habitación de un motel de carretera en mitad de ninguna parte. En el suelo, junto al revuelto de su vestido de noche color rojo pasión y mi traje de pingüino, una caja de condones practicamente vacia. Sobre el dosel de la cama, su corona de Reina del Baile. Los primeros rayos de sol del día se escabullían por entre las rendijas de las persianas.
Cualquier otro en mi situación se hubiera considerado el tipo más feliz del mundo y estaría, aprovechando el sueño profundo en el que parecía haber caido dada su pausada respiración, echando fotos al culo de revista de la chica y enviándoselas a los amigos para regodearse. Sin embargo yo estaba completamente acojonado. Despegué mis manos de sus tetas y las metí debajo de la almohada. Cuando volvieron a salir, un viejo revolver ocupaba mi mano derecha. Me incorporé sobre la cama quedándome sentado y con un golpe de muñeca como los que se ven en las películas abrí el tambor del revolver. De los seis agujeros sólo uno estaba ocupado por una bala. Con un suspiro de desesperación realicé el movimiento de muñeca contrario y el tambor volvió a su sitio dentro del revolver.
Me levanté de la cama y entre el desorden busqué mis calzoncillos. Luego me puse mi vieja y descolorida camiseta de Los Ramones y me calcé mis extravagantes botas de vaquero. Cogí de nuevo el revolver y me lo coloqué en el paquete, junto a la otra arma de destrucción masiva que había estado bombardeando a Sylvie durante toda la noche hasta la extenuación. El contacto con el frío metal del arma le devolvió la vida a mis vacios testículos.
Fuí hasta la puerta y salí fuera. El sol me deslumbró y a tientas volví dentro de la habitación, entre tinieblas encontré las gafas de sol y me las puse. De nuevo probé a salir al exterior. Esta vez, tambaleándome eso si, conseguí bajar los dos tramos de escaleras y presentarme en el parking delantero del tugurio. Allí estuve parado durante unos minutos, mirando de reojo al sol y sin pantalones. Había dos putas sudamericanas a unos metros de distancia que, mientras fumaban, noté que hacían comentarios sobre el tamaño de mi artificial taleguilla. Una de ellas empezó a andar hacia mi pero se detuvo cuando apareció en el aparcamiento una impresionante limusina Hammer blanca.
De la parte delantera de tan impresionante vehículo salieron dos vigardos de casi dos metros de altura y las espaldas anchas como las de un toro. Uno de ellos abrió una de las puertas traseras y por ella apareció Alexei Nicolae: ex-campeón de Rumania de lucha libre, violador de ancianas buscado en diez paises, ganador de numerosos premios de poesía y el jefe del crimen organizado de la ciudad. Un tipo de compleja personalidad que con una atemorizadora voz grave y un acento del este muy marcado se dirigió a mí:
Bien, Tequila, yo no me ando por las ramas ¿donde está mi mercancía?
Mientras hablaba, Nicolae había empezado a ponerse con meticulosidad unos guantes blancos de cuero y en las manos de uno de sus matones había brotado de repente un inquietante bate de beisbol. Yo sólo tenía una bala. Estaba muerto.
¡Me juggaste que lo habías aggeglado todo! ¡Que todo saldggia bien! ¡Egges un mentiggoso, Cagglos!
Sylvie estaba en las escaleras tapada solamente con mi camisa (que apenas le tapaba el vello púbico) y lloraba mientras me recriminaba como de mal había salido mi plan. Cuando se ponía nerviosa su acento frances se notaba más que nunca. Desvié, realizando un gran esfuerzo, la vista de Sylvie para encontrarme con que, a escasos diez metros de mí, el bate había pasado a las enguantadas manos de Nicolae, que lo agitaba con deleite.
No tendré que repetirtelo, Tequila, ¿verdad?
Me llevé la mano derecha al paquete. Hasta unas 48 horas antes, yo era un chaval de 18 años como cualquier otro. ¿Cómo carajo había llegado a esta situación?
Un saludete guap@s.