23 dic 2008

Sangre en nuestras manos

Cuando abrió los ojos no recordaba nada. El techo lleno de humedades que veía y el contacto frío de su espalda con el suelo le hicieron deducir que estaba tumbado boca arriba pero no acertaba a situar aquella habitación donde yacía. Quiso incorporarse para orientarse mejor pero, cuando lo intentó, una brutal descarga de dolor salió de su estomago y recorrió cada centímetro de su cuerpo. Movido por un instinto que no sabía muy bien de donde venía, apretó los dientes para evitar chillar. Con miedo se llevó las manos al estomago y luego las alzó encima de su cabeza: estaban cubiertas de sangre. En ese mismo momento lo recordó todo.


Ella había vuelto una lluviosa tarde de octubre. Le estaba esperando en la puerta de su apartamento a la vuelta del trabajo. Cuando la puerta del ascensor se abrió y la vió, se quedó inmovil. Estaba empapada, el rimmel corrido, el pelo pegado a la frente, los brazos cruzados sobre el pecho. Tiritando. La puerta del ascensor se cerró. Pulsó el botón, se volvió a abrir y salió a su encuentro. Se saludaron friamente y él la invitó a entrar.


Preparó café para los dos y se sentaron en el sofá del salón. Bebieron en silencio unos minutos. Poco a poco ella fue entrando en calor y las marcas moradas de unos dedos sobre su cuello se hicieron más visibles. A él se le heló la sangre.


  • ¿Por qué has vuelto?


Ella se hundió definitivamente y rompió a llorar desconsoladamente mientras balbuceaba excusas e intentaba explicar su actuación. Montenegro la había ido a ver actuar una noche. Luego se pasó por su camerino y se la intentó ligar. Tengo novio le dijo. Él se fue pero volvió cada noche y a cada negativa él se volvía más terco. La intentó violar y la amenazó: si no te vienes conmigo mato a tu novio y a tu madre. Y lo podía hacer. Era el lugarteniente de Arousa, el jefe de la mafia mexicana en la ciudad. Unos sanguinarios. Tuvo que hacerlo. Recogió sus cosas y se marchó. Dejó las llaves para no tener tentación de volver y estropearlo todo.


Pero la situación se había vuelto insostenible. Le pegaba todas las noches e incitaba a sus amigos, asesinos y criminales, a hacerlo. Por diversión. Y ahora quería casarse y llevarla para América. Ellá no quería. No lo soportaba más. Necesitaba hablar con alguien y sólo lo tenía a él: su madre había muerto esa misma mañana. Infarto.


Él la abrazó e hizo que su mojada cabecita reposara sobre su regazo. Estaba aterrado por la historia que acababa de escuchar pero a la vez tremendamente excitado. Ella se alzó y le besó en los labios. El devolvió el beso y sin darse apenas cuenta estaban follando encima del sofá. Luego le tocó el turno a la lavadora y a la encimera de la cocina. Finalmente, después de pasar por la ducha, terminaron en la cama.


  • Ya ni recordaba lo bien que follabas. Lo que me haces sentir.


Él no contestó. Miraba al techo del dormitorio mientras un cigarrillo se consumía entre sus labios.


  • Voy a arreglar todo esto.


Le explicó el plan que había madurado mientras gemían durante más de dos horas.


  • Es una locura. No puedes entrar con una escopeta en el piso de unos traficantes y cargártelos a todos. Son peligrosos. Te matarían antes. No lo merezco. No lo hagas.


Lo hizo.


Tenía una escopeta de caza y cartuchos de sobra. La escondió dentro de la enorme gabardina gris. Salió del coche. Llovía. Entró en el portal y subió las escaleras. 4º C. Llamó al timbre.


  • Pizzaaaaaaaaaaaaaaaaa!!!


Abrió la puerta un mulato en calzoncillos y camiseta sudada.


  • Pierdete pendejo. Aquí no hemos pedido na...


El disparo a bocajarro le destrozó el pecho. Cayó muerto. Gritos. Tiros. Las chicas que cortaban la droga desnudas huían victimas del pánico. Una de ellas se cruzó milagrosamente en el camino que unía a una bala de 9 milímetros con su cabeza. Otra bala le dió en la pierna. Él tuvo mejor puntería: 4 muertos.


Los fue comparando uno a uno con la foto de Montenegro que ella le había dado. No era ninguno. No podía ser. El sónido de una pistola amartillándose le hizo girarse. Era Montenegro. Le disparó en el estomago.


Oscuridad.


Hasta ahora.


Sonó el timbre. Unos pasos firmes se acercaron a la puerta y unos delicados tacones entraron. Empezaron a hablar. Eran Montenegro y ella. Ahora lo entendía todo.


Miró a su derecha: la escopeta. Sin cartuchos. Miró a su izquierda: uno de los tipos de Arousa muerto. Una pistola en su mano. Se giró reprimiendo el dolor y empezó a rodar hasta el cuerpo inerte. Mientras, Montenegro y ella hablaban:


  • Tengo que reconocer que nunca tuve mucha fé en tu plan, mamacita, pero todo ha salido a pedir de boca. Arousa muerto. Ahora yo soy el jefe de la banda... ¡y todo el dinero de la última venta es nuestro!

  • Te dije que era un pelele, que haría cualquier cosa por mi. Incluso enfrentarse a una mafia.

  • Pobre infeliz. ¡Brindemos por él con esta tequila!


Él había conseguido llegar a la pistola y, con un esfuerzo sobrehumano, se había puesto en pie y había avanzado en silencio hasta la puerta de la habitación. Ellos estaban en la contigua: bebiendo tequila, riendo, besándose. Las lagrimas de impotencia y humillación le corrían por las mejillas. Apuntó.


Ella lo vió y el vaso de tequila se le escapó al suelo. Montenegro se giró rapidamente. Hizo intento de coger la pistola de encima de la mesa. No pudo. Una bala le atravesó la cabeza. Ella decía algo. Él no la escuchaba.


  • ¡Puta! ¡Puta! ¡Puta! ¡Puta!


Gritaba mientras le vaciaba el cargador en el pecho. Tiró la pistola al suelo y se acercó a la mesa a coger la de Montenegro. Apretó el cañón contra la sien derecha y el frío contacto metálico le hizo sentir mucho mejor.


Un saludete guap@s.

6 comentarios:

  1. Anónimo11:51 a. m.

    Leí un relato erótico parecido :-o Es lo que tiene hablar de putas, puedes ser más literario pero tampoco va a ser el mito de Fedra. Me ha gustado este corto, pero la duda me asola, ¿acaso has puesto Frio Agosto al lado de Longhorn?

    Salu2.

    ResponderEliminar
  2. No, no, Frío Agosto sigue adelante... pero con paso lento.

    Este es anterior. Lo he visto por el disco duro y he decidido subirlo.

    Saludetes amigo!!

    ResponderEliminar
  3. Hostias Fer cómo mola!!! eres el puto amo escribiendo, pero lo q tienes q hacer es escribir un libro entero ya en condiciones q siempre me dejas con la miel en los labios, bueno ésta historia por lo menos medio acaba pero seguro q tú le sacarías mucho más partido. Desde aquí te animo para q escribas ya la novela, me encantaría leerlaaa. Ay q lástima q tu talento no se pueda aprovechar, estudia periodismo q todavía estas a tiempooooo, enga muchos besos

    ResponderEliminar
  4. Parece el Duque jajaja, seguro q a los militares le gustaría, felicidades Fer por saber escribir tan bien, me encantaría saber escribir así. Besos

    ResponderEliminar
  5. Muchas gracias primor!!!

    Un besazo!!!

    ResponderEliminar
  6. Anónimo4:25 p. m.

    Ya lo he leido. Esta dentro de tu estilo, pero me copias la moraleja de la historia: Las tias son todas unas wuarras.
    Esta muy bien.

    ResponderEliminar