Este es el relato pormenorizado del viaje que el pasado verano realicé a Inglaterra y que quiero sirva como permanente recordatorio escrito para mi y homenaje a mis compañeros de viaje, que tan buenos momentos me hicieron vivir y que espero que no sea la única vez que compartamos aviones, hoteles cochambrosos y alcohol en cantidades ingentes. Vamos al lío:
DIA 1. 05-07-2007, JUEVES
Me levanto a las 05:30. A las 06:15 estoy marchando hacia Jaén donde hemos quedado a las 7 para iniciar nuestra aventura. Somos 4: LM, C, L y yo. Un quinto, LG, se unirá a nosotros cuando lleguemos a Londres.
Antes de las 10 de la mañana llegamos al Aeropuerto de Málaga, desde donde vamos a tomar un vuelo de EasyJet rumbo a London-Luton. El aeropuerto está rodeado de una especie de arrozal y alberga en su interior una obra faraónica que le da a todo el complejo un aspecto caótico. A cambiar esta imagen tercermundista no ayudan ni el tremendo calor que empieza a hacer a tan temprana hora ni el aparcamiento privado donde dejamos el coche. Si el coche hubiera sido mío me lo hubiera pensado una y dos veces antes de dejarlo en semejante sitio.
No tenemos ningún incidente con la facturación de las maletas pero si al pasar por el detector de metales: C hace saltar la alarma, un guardia le pasa el detector manual y su rodilla pita como si fuera cibernética. El guardia le pregunta que si tiene una prótesis pero finalmente, entre los dos, deducen que lo que hace saltar la alarma es el fajo de pastillas y otros medicamentos que lleva en el bolsillo.
Cogemos un autobús interno para llegar a nuestro avión. Nunca me había montado en uno y quizás por eso me lo esperaba mucho más grande, un gran mastodonte para cientos de pasajeros. Sin embargo, lo que me encuentro es un pequeño cascarón pintado de blanco y naranja. Por dentro, la sensación de pequeñez aumenta: dos columnas de tres filas cada una separadas por un estrecho pasillo. Un autobús con alas.
A las 12 del mediodía, con puntualidad inglesa, el avión despega. Mi primer vuelo. Estoy en un asiento de pasillo cerca de la parte de atrás. El avión no esta lleno. Durante las dos horas y media que duró no hubo ningún incidente y todo fue muy plácido pero, sin embargo, en ningún momento pude dejar atrás mi nerviosismo. Creo que no me voy a volver un adicto a volar.
Una vez el avión ha aterrizado en London-Luton (la primera vez que piso suelo extranjero) vamos a recoger las maletas. En eso momento llega el primer incidente del viaje: mi maleta viene sin ruedas, que han sido arrancadas de cuajo. Me esperan cinco días de arrastrar por el suelo una jodida maleta que vacía pesa más de cinco kilos.
En el aeropuerto de London-Luton la seguridad es mínima, para salir del mismo sólo tuvimos que enseñar una vez el dni... y el funcionario encargado ni siquiera se digno a mirarlos detenidamente. Ya fuera cogimos un autobús que nos llevó a la estación de tren adyacente al aeropuerto. En esos momentos ya estábamos los cinco viajeros reunidos.
Después de 40 minutos de tren a través de la verde Inglaterra llegamos a la estación de tren de King Cross. ¡Ya estamos en Londres! La maleta ya me está empezando a dar bastante por saco pero, por suerte, nuestro hotel se encuentra muy cerca de la estación.
El hotel se llama Alhambra y realmente no es un hotel sino un típico bed&breakfast. Está tan enmoquetado, las escaleras y pasillos son tan estrechos y las habitaciones tan pequeñas como me esperaba. Sin embargo, tanto estas como las duchas y toilets están bastante limpios. Menos da una piedra.
Deshacemos las maletas, descansamos un rato y salimos a recorrer Londres. La tarde no es especialmente buena: esta nublado, sopla bastante viento y llueve intermitentemente. ¡Cualquiera diría que estamos en Julio! Cogemos el metro en King Cross (sablazo, más de 5 libras el billete diario) y nos bajamos en Picadilly Circus. No es tan grande como me esperaba pero el flujo de gente y de actividad es realmente impactante.
Callejeamos cerca de Picadilly y nos metemos en un pub llamado O'Connors: tres niveles, siete ambientes, decoración rústica y pintas fresquitas de Stella Artois. Los billetes de 20 libras ya empiezan a volar, algo que va a ser una constante en toda nuestra estancia en Inglaterra.
Volvemos al metro y vamos hacia Westminster. Compramos unas cuantas botellas de Ribena (pronunciado raibina) en un Tesco, vemos el Big Ben y decidimos cruzar de orilla del Tamesis para ir hasta el Tower Bridge. Por el camino nos enteramos de que por la mañana ha habido un descarrilamiento en el metro: más de 50 heridos y centenares de personas encerradas durante horas. Pasamos por el London Eye, parques, edificios futuristas, callejuelas con encanto, un circuito de skate, una fragata donde se va a celebrar una cena de gala y vemos a unos yuppies jugando a la petanca con la copa de vino en la mano en una pequeña plaza. Sigue haciendo una tarde malísima pero esto no nos impide hacernos las fotos de rigor con el Tower Bridge de fondo. Se hace tarde y buscamos un sitio para tomar el típico fish and chips y más pintas.
Nos decidimos por Horniman's, cerca del ayuntamiento y repleto de yuppies que acaban de salir de trabajar. Con nuestros chubasqueros no pasamos desapercibidos entre tanto traje. El fish and chips no esta nada mal y, sobretodo, la ración es abundante... además, cualquier cosa que se acompañe con ketchup Heinz y cerveza Kronenburg está buena y no hay más que hablar. Por cierto, que una de las camareras era española, otra de las constantes que se iba a repetir bastante a menudo.
Después de cenar había ganas de más pintas para aplacar el frío y nos dirigimos a Covent Garden. El mercado estaba, obviamente, cerrado pero había muchos pubs abiertos y con buen ambiente. Al final optamos por uno llamado Balcony Bar (llamado así porque tenía un balcón grande que servía de terraza) y allí nos tomamos las últimas pintas de Kronenburg del día mientras veíamos como se hacía de noche definitivamente a eso de las 11 de la noche.
A la vuelta, el metro de Covent Garden ya ha cerrado y tenemos que cogerlo en Leicester Square (pronunciado lestescua). Antes de las 12 ya estamos en el hotel dispuestos a dormir un poco e iniciar a las pocas horas nuevamente la faena.
DIA 2. 06-07-2007. VIERNES
A eso de las 4 de la mañana empieza a amanecer y la ausencia de persianas en la habitación (de hecho no vi una sola persiana en los cinco días de viaje) hacía complicado dormir profundamente. Por lo tanto antes de las 8 ya estamos levantados dispuestos a darnos una buena ducha y bajar a probar un auténtico desayuno inglés.
El comedor está en la planta baja y de las ocho mesas que lo componen, cuatro (sin contarnos a nosotros) están ocupadas por españoles. El desayuno es copioso: zumo de naranja, té, tostadas con blackcurrant (grosella negra, la baya con la que se hace el Ribena), salchichas, bacon, un huevo frito y judías... muchas veces he almorzado bastante menos.
A las 9 ya estamos listos para partir del hotel con rumbo al British Museum. No está muy lejos por lo que vamos a pie: hombres-anuncio por doquier, taxis negros, autobuses rojos de dos plantas, cabinas rojas atestadas de anuncios de señoritas de compañía y muy poco tráfico comparado con las grandes ciudades españolas, el alto precio de la gasolina y el tener que pagar peaje por circular por la City se me antojan las causas.
Por fuera el British no resulta realmente impactante pero por dentro es todo un espectáculo. La mera visión de la espectacular cúpula central de blanco cegador ya me hace olvidar mis prejuicios hacia la manera en que los ingleses han llenado este mausoleo a lo largo de los siglos y luego, los paseos por las distintas salas me convierten en todo un fan de este museo y las maravillas a las que da cobijo. Vemos Egipto (con las típicas fotos al lado de la Piedra Rosseta incluidas), la Grecia Clásica, la América precolombina, Asia, nos comemos unos donuts rellenos de mermelada, compramos souvenirs (en mi caso un llavero y una piedra con la runa de la Felicidad), dejamos nuestro donativo en una de las grandes urnas a la salida y nos vamos en busca de un sitio para comer.
El destino elegido para almorzar es Camden Town: mercadillo alternativo, tiendas de vinilos, punkies, grunges, góticos con botas Doctor Martins y tutú de bailarina, edificios decorados de formas imposibles, un coche fúnebre de caballos y un montón de maravillas más para todos los sentidos. Antes de comer nos pasamos por Cyberdog, una de las tiendas más cool de todo Camden Town y donde puedes encontrar desde brazos cibernéticos, ropa interior geek, camisetas con leds luminosos, tintes para el pelo de colores chillones (creo que Cañizares los compra aquí jejeje) o artículos de papelería hechos con placas base mientras bailas como un poseso el techno machacón de su hilo musical.
Definitivamente comemos una exquisita colección de chino, indio, indonesio y japonés regada con Coca Cola, sentados en unos bancos de una pequeña plaza en el mismo corazón de Camden rodeados por gentes de todo tipo de edades, razas y condiciones. Después de comer nos tomamos un té en un coqueto pub de dos plantas cerca de Camden mientras vemos las semifinales de Wimbledon por la pantalla gigante.
A primera hora de la tarde nos volvemos para el hotel y mientras mis compañeros se echan un siestecita yo me voy a Picadilly y me doy un garbeo por el Virgin Megastore. Hace una tarde soleada, ni punto de comparación con la del día anterior. Vuelvo al hotel en un metro realmente atestado de gente. Nos duchamos y arreglamos y para las 8 salimos del hotel en busca de cena y diversión. Nuestra primera parada es el Soho: damos un paseo por la mítica Carnaby Street y nos tomamos unas pintas de Foster's en la improvisada terraza de un pub enfrente de un teatro.
Del Soho nos dirigimos hacia Oxford Street en un metro tan abarrotado que me hizo recordar mi claustrofóbia de la infancia. Cenamos un exquisito kebab (el mejor que he comido nunca) acompañado de un vaso extra-grande de Ribena en un marroquí en la esquina de Totenham con Oxford. Allí no había ningún camarero español pero si uno que sabía hablar español y que quería irse a la Costa del Sol y abrir un negocio allí. Desde el restaurante hasta Metro (un garito que me habían recomendado) sólo había unos cien metros. Metro es caro, pequeño, oscuro, está hundido (había que bajar dos tramos largos de escaleras para llegar desde la entrada a la pista) y cuando está repleto es caluroso hasta decir basta.... pero yo me lo pase como los indios: buena música (Prodigy, Depeche Mode, Bloc Party, T-Rex, Daft Punk, Editors...) bien mezclada por cuatro djs diferentes, spirits que entraban como el agua, sin humos (está prohibido fumar en Londres en cualquier sitio público, a ver si tomamos nota por aquí) y buen ambiente indie.
Volvimos a la superficie pasadas las 3 de la mañana y cogimos un bus hasta el hotel. El bus iba tan abarrotado que todavía no me creo que nos pudieramos montar en él. Además, dentro de él tuve una experiencia cercana a la muerte: yo iba apretujado en la increiblemente pequeña escalera de acceso a la parte de arriba, dejando el espacio justo para que pasara una persona delgada con muchas apreturas cuando, al llegar a una parada cercana ya al final de nuestro recorrido, una chica de unos 120 o 130 kilos (y no estoy exagerando) irrumpe en la escalera. La chica, supongo que al ver mi cara de pánico, frenó en seco a escasos centímetros de mí sin atropellarme. La siguiente parada era la nuestra por lo que a base de empujones conseguimos apearnos. Supongo que la chica también lo consiguió... o eso espero. Pasé miedo de verdad, lo prometo.
A las 4, sólo unos momentos antes de que empezara a amanecer, estabamos acostándonos. Unas pocas horas después debíamos estar de nuevo en pie para un nuevo día de aventura.
El comedor está en la planta baja y de las ocho mesas que lo componen, cuatro (sin contarnos a nosotros) están ocupadas por españoles. El desayuno es copioso: zumo de naranja, té, tostadas con blackcurrant (grosella negra, la baya con la que se hace el Ribena), salchichas, bacon, un huevo frito y judías... muchas veces he almorzado bastante menos.
A las 9 ya estamos listos para partir del hotel con rumbo al British Museum. No está muy lejos por lo que vamos a pie: hombres-anuncio por doquier, taxis negros, autobuses rojos de dos plantas, cabinas rojas atestadas de anuncios de señoritas de compañía y muy poco tráfico comparado con las grandes ciudades españolas, el alto precio de la gasolina y el tener que pagar peaje por circular por la City se me antojan las causas.
Por fuera el British no resulta realmente impactante pero por dentro es todo un espectáculo. La mera visión de la espectacular cúpula central de blanco cegador ya me hace olvidar mis prejuicios hacia la manera en que los ingleses han llenado este mausoleo a lo largo de los siglos y luego, los paseos por las distintas salas me convierten en todo un fan de este museo y las maravillas a las que da cobijo. Vemos Egipto (con las típicas fotos al lado de la Piedra Rosseta incluidas), la Grecia Clásica, la América precolombina, Asia, nos comemos unos donuts rellenos de mermelada, compramos souvenirs (en mi caso un llavero y una piedra con la runa de la Felicidad), dejamos nuestro donativo en una de las grandes urnas a la salida y nos vamos en busca de un sitio para comer.
El destino elegido para almorzar es Camden Town: mercadillo alternativo, tiendas de vinilos, punkies, grunges, góticos con botas Doctor Martins y tutú de bailarina, edificios decorados de formas imposibles, un coche fúnebre de caballos y un montón de maravillas más para todos los sentidos. Antes de comer nos pasamos por Cyberdog, una de las tiendas más cool de todo Camden Town y donde puedes encontrar desde brazos cibernéticos, ropa interior geek, camisetas con leds luminosos, tintes para el pelo de colores chillones (creo que Cañizares los compra aquí jejeje) o artículos de papelería hechos con placas base mientras bailas como un poseso el techno machacón de su hilo musical.
Definitivamente comemos una exquisita colección de chino, indio, indonesio y japonés regada con Coca Cola, sentados en unos bancos de una pequeña plaza en el mismo corazón de Camden rodeados por gentes de todo tipo de edades, razas y condiciones. Después de comer nos tomamos un té en un coqueto pub de dos plantas cerca de Camden mientras vemos las semifinales de Wimbledon por la pantalla gigante.
A primera hora de la tarde nos volvemos para el hotel y mientras mis compañeros se echan un siestecita yo me voy a Picadilly y me doy un garbeo por el Virgin Megastore. Hace una tarde soleada, ni punto de comparación con la del día anterior. Vuelvo al hotel en un metro realmente atestado de gente. Nos duchamos y arreglamos y para las 8 salimos del hotel en busca de cena y diversión. Nuestra primera parada es el Soho: damos un paseo por la mítica Carnaby Street y nos tomamos unas pintas de Foster's en la improvisada terraza de un pub enfrente de un teatro.
Del Soho nos dirigimos hacia Oxford Street en un metro tan abarrotado que me hizo recordar mi claustrofóbia de la infancia. Cenamos un exquisito kebab (el mejor que he comido nunca) acompañado de un vaso extra-grande de Ribena en un marroquí en la esquina de Totenham con Oxford. Allí no había ningún camarero español pero si uno que sabía hablar español y que quería irse a la Costa del Sol y abrir un negocio allí. Desde el restaurante hasta Metro (un garito que me habían recomendado) sólo había unos cien metros. Metro es caro, pequeño, oscuro, está hundido (había que bajar dos tramos largos de escaleras para llegar desde la entrada a la pista) y cuando está repleto es caluroso hasta decir basta.... pero yo me lo pase como los indios: buena música (Prodigy, Depeche Mode, Bloc Party, T-Rex, Daft Punk, Editors...) bien mezclada por cuatro djs diferentes, spirits que entraban como el agua, sin humos (está prohibido fumar en Londres en cualquier sitio público, a ver si tomamos nota por aquí) y buen ambiente indie.
Volvimos a la superficie pasadas las 3 de la mañana y cogimos un bus hasta el hotel. El bus iba tan abarrotado que todavía no me creo que nos pudieramos montar en él. Además, dentro de él tuve una experiencia cercana a la muerte: yo iba apretujado en la increiblemente pequeña escalera de acceso a la parte de arriba, dejando el espacio justo para que pasara una persona delgada con muchas apreturas cuando, al llegar a una parada cercana ya al final de nuestro recorrido, una chica de unos 120 o 130 kilos (y no estoy exagerando) irrumpe en la escalera. La chica, supongo que al ver mi cara de pánico, frenó en seco a escasos centímetros de mí sin atropellarme. La siguiente parada era la nuestra por lo que a base de empujones conseguimos apearnos. Supongo que la chica también lo consiguió... o eso espero. Pasé miedo de verdad, lo prometo.
A las 4, sólo unos momentos antes de que empezara a amanecer, estabamos acostándonos. Unas pocas horas después debíamos estar de nuevo en pie para un nuevo día de aventura.
DIA 3. 07-07-2007. SABADO
A las 9, todavía resacosos, estabamos en pie dispuestos a bajar a desayunar. Como las judías no me habían gustado el día anterior, le pedí a la camarera que no me las pusiera. En su defecto me puso dos huevos fritos en vez de uno y, como servidor es de comerse todo lo que viene en el plato, cuando salí del comedor el colesterol me salía por los ojos.
Sin LM, que ya está mayor para estos trotes y se quedó durmiendo un rato más, partimos antes de las 10 hacia Trafalgar Square. Allí, además de la absurdamente alta estatua del Almirante Nelson, nos encontramos con un escenario y unas gradas, lo que nos hizo recordar que el Tour de Francia salía de Londres este año y que precisamente el prólogo era ese mismo día.
Bajando por The Mall hacia Buckingham Palace nos encontramos con todo el tinglado del Tour (ya que esta amplia y preciosa avenida era el final de la etapa): mucha gente acampando en las aceras haciendo tiempo para la etapa, los ciclistas entrenando, las azafatas ensayando en el espectacular podio, puestos de comida y tenderetes oficiales (donde le compré un maillot oficial del Saunier Duval a mi padre, que es un gran aficionado al ciclismo). Llegamos a Buckingham Palace para enterarnos que, por culpa de todo el tinglado del Tour, se había suspendido el Cambio de Guardia.
Como Bukingham tampoco tiene mucho que ver y todavía quedaba un rato para encontrarnos allí mismo con LM, decidímos ir a dar un paseo por el cercano y mítico Hyde Park. Después de estar un rato tirados en el césped volvimos a Buckingham, nos encontramos con LM y entre la increible riada de gente nos compramos unos hot dogs y unos sandwiches y nos tumbamos en Saint James Park (que está paralelo a The Mall) a comer. La nublada mañana había dado paso a una tarde soleada y para matar el tiempo antes de que empezara la etapa fuimos a darnos un paseo por la avenida donde estaban aparcados los autobuses de los equipos. Allí vimos a Oscar Freire, Alejandro Valverde, Vinokourov o Carlos Sastre pero como tampoco había mucho que hacer nos fuimos en busca de la salida de la etapa.
La etapa arrancaba en Whitehall, a unos cientos de metros de la zona de Westminster, pero cuando llegamos todavía era un poco pronto y decidimos entrar en un pub a darle trabajo al gaznate con unas cuantas pintas de Foster's. Cuando salimos del pub la avenida ya estaba atestada de un público enfervorecido (¿Quién dice que el ciclismo ya no interesa?) por lo que fuimos bajando por Whitehall hasta que encontramos el sitio perfecto para ver la etapa: un pequeño parque a los pies del Big Ben, a sólo unos cientos de metros de la salida, donde habían colocado una pantalla gigante de televisión. Asi que seguimos la etapa tumbaditos en la hierba al solecito con unas botellas de Ribena, donuts y unas bolsas de chips y cuando salía algún español, C, LM y un servidor corriamos hacia las vallas para golpearlas y jalearles a su paso. Todos unos hooligans estabamos hechos. Por cierto, que el solecito, después de dos horitas expuestos a él, había hecho efecto y cuando volviamos hacia el hotel (entre un increible mar de gente) estabamos rojos como cangrejos: eramos los anti-guiris, salimos de España blanquitos e ibamos a volver morenitos.
Una vez en el hotel descansamos un rato, nos duchamos, nos arreglamos lo mejor que pudimos y salimos a pasar otra noche de fiesta. Al contrario que la noche anterior, donde teniamos planeado ir a Metro de antemano, esta noche de sábado no teniamos un plan preestablecido, ibamos a la aventura... y esa aventura nos llevó, en una primera parada, de nuevo a Covent Garden.
El buen tiempo y que era sábado hicieron que el ambiente de Covent Garden fuera mucho mejor que el del jueves. Primero volvimos al Balcony Bar donde nos bebimos unas cuantas jarras de curasao acompañadas de generosos (y caros) platos de nachos con salsa. Por cierto, que aquí vimos el máximo del tópico del camarero español en Londres: de las tres camareras dos eran españolas... y de muy buen ver, por cierto. Después de habernos saciado volvimos a bajar a la calle y fuimos catando las pintas de cerveza de distintos abarrotados pubs. Había tanta gente en todos los pubs que mucha se salía a la calle montando improvisadas terrazas. Un ambiente sensacional.
Era casi medianoche cuando decidimos marcharnos de allí y buscar algún club donde terminar la noche. No fuimos muy lejos ya que el elegido fue Verve, que se encuentra a mitad de camino entre Covent Garden y Leicester Square (ya sabes, lestescua). Es un local de tres plantas muy chic donde puedes beberte tus pintas mientras mueves el esqueleto a ritmo de pop bailable y dance suavito. La pista estaba en la primera planta, la segunda era más en plan de relax con sofas y luz tenue y la tercera era para los vips y los cuartos de baño. Unos cuartos de baño que merecen un comentario aparte: decorados con un gusto exquisito, tan limpios como una patena y con un negrazo de 2x2 vestido de mayordomo de toda la vida ofreciendote una cestita con toallas, jabones, colonias y demás pijaditas. Obviamente la propina esperada por el armario empotrado iba en consonancia con el lujo mostrado por lo que la segunda vez que sentí necesidad de aliviar me hice el sueco y salí por piernas sin mirar atras. El aseo de señoritas, como nos informó L, estaba en concordancia lujosa con el de caballeros. También estaba en concordancia el precio de los chupitos: 4 libras. Un sitio muy chulo, con buen ambiente y muy recomendable pero muy caro incluso para ser Londres.
A eso de las 3:00am salimos de Verve y nos propusimos coger un bus de vuelta al b&b pero no fue nada sencillo ya que nos dividimos en dos grupos y nos perdimos. Después de patearnos medio Londres e intecambiar tensas llamadas telefónicas nos encontramos por fin, pillamos un bus (sin ningún incidente de mención esta vez) y cerca de las 4 nos estabamos acostando. Minutos después empezaba a amanecer.
Sin LM, que ya está mayor para estos trotes y se quedó durmiendo un rato más, partimos antes de las 10 hacia Trafalgar Square. Allí, además de la absurdamente alta estatua del Almirante Nelson, nos encontramos con un escenario y unas gradas, lo que nos hizo recordar que el Tour de Francia salía de Londres este año y que precisamente el prólogo era ese mismo día.
Bajando por The Mall hacia Buckingham Palace nos encontramos con todo el tinglado del Tour (ya que esta amplia y preciosa avenida era el final de la etapa): mucha gente acampando en las aceras haciendo tiempo para la etapa, los ciclistas entrenando, las azafatas ensayando en el espectacular podio, puestos de comida y tenderetes oficiales (donde le compré un maillot oficial del Saunier Duval a mi padre, que es un gran aficionado al ciclismo). Llegamos a Buckingham Palace para enterarnos que, por culpa de todo el tinglado del Tour, se había suspendido el Cambio de Guardia.
Como Bukingham tampoco tiene mucho que ver y todavía quedaba un rato para encontrarnos allí mismo con LM, decidímos ir a dar un paseo por el cercano y mítico Hyde Park. Después de estar un rato tirados en el césped volvimos a Buckingham, nos encontramos con LM y entre la increible riada de gente nos compramos unos hot dogs y unos sandwiches y nos tumbamos en Saint James Park (que está paralelo a The Mall) a comer. La nublada mañana había dado paso a una tarde soleada y para matar el tiempo antes de que empezara la etapa fuimos a darnos un paseo por la avenida donde estaban aparcados los autobuses de los equipos. Allí vimos a Oscar Freire, Alejandro Valverde, Vinokourov o Carlos Sastre pero como tampoco había mucho que hacer nos fuimos en busca de la salida de la etapa.
La etapa arrancaba en Whitehall, a unos cientos de metros de la zona de Westminster, pero cuando llegamos todavía era un poco pronto y decidimos entrar en un pub a darle trabajo al gaznate con unas cuantas pintas de Foster's. Cuando salimos del pub la avenida ya estaba atestada de un público enfervorecido (¿Quién dice que el ciclismo ya no interesa?) por lo que fuimos bajando por Whitehall hasta que encontramos el sitio perfecto para ver la etapa: un pequeño parque a los pies del Big Ben, a sólo unos cientos de metros de la salida, donde habían colocado una pantalla gigante de televisión. Asi que seguimos la etapa tumbaditos en la hierba al solecito con unas botellas de Ribena, donuts y unas bolsas de chips y cuando salía algún español, C, LM y un servidor corriamos hacia las vallas para golpearlas y jalearles a su paso. Todos unos hooligans estabamos hechos. Por cierto, que el solecito, después de dos horitas expuestos a él, había hecho efecto y cuando volviamos hacia el hotel (entre un increible mar de gente) estabamos rojos como cangrejos: eramos los anti-guiris, salimos de España blanquitos e ibamos a volver morenitos.
Una vez en el hotel descansamos un rato, nos duchamos, nos arreglamos lo mejor que pudimos y salimos a pasar otra noche de fiesta. Al contrario que la noche anterior, donde teniamos planeado ir a Metro de antemano, esta noche de sábado no teniamos un plan preestablecido, ibamos a la aventura... y esa aventura nos llevó, en una primera parada, de nuevo a Covent Garden.
El buen tiempo y que era sábado hicieron que el ambiente de Covent Garden fuera mucho mejor que el del jueves. Primero volvimos al Balcony Bar donde nos bebimos unas cuantas jarras de curasao acompañadas de generosos (y caros) platos de nachos con salsa. Por cierto, que aquí vimos el máximo del tópico del camarero español en Londres: de las tres camareras dos eran españolas... y de muy buen ver, por cierto. Después de habernos saciado volvimos a bajar a la calle y fuimos catando las pintas de cerveza de distintos abarrotados pubs. Había tanta gente en todos los pubs que mucha se salía a la calle montando improvisadas terrazas. Un ambiente sensacional.
Era casi medianoche cuando decidimos marcharnos de allí y buscar algún club donde terminar la noche. No fuimos muy lejos ya que el elegido fue Verve, que se encuentra a mitad de camino entre Covent Garden y Leicester Square (ya sabes, lestescua). Es un local de tres plantas muy chic donde puedes beberte tus pintas mientras mueves el esqueleto a ritmo de pop bailable y dance suavito. La pista estaba en la primera planta, la segunda era más en plan de relax con sofas y luz tenue y la tercera era para los vips y los cuartos de baño. Unos cuartos de baño que merecen un comentario aparte: decorados con un gusto exquisito, tan limpios como una patena y con un negrazo de 2x2 vestido de mayordomo de toda la vida ofreciendote una cestita con toallas, jabones, colonias y demás pijaditas. Obviamente la propina esperada por el armario empotrado iba en consonancia con el lujo mostrado por lo que la segunda vez que sentí necesidad de aliviar me hice el sueco y salí por piernas sin mirar atras. El aseo de señoritas, como nos informó L, estaba en concordancia lujosa con el de caballeros. También estaba en concordancia el precio de los chupitos: 4 libras. Un sitio muy chulo, con buen ambiente y muy recomendable pero muy caro incluso para ser Londres.
A eso de las 3:00am salimos de Verve y nos propusimos coger un bus de vuelta al b&b pero no fue nada sencillo ya que nos dividimos en dos grupos y nos perdimos. Después de patearnos medio Londres e intecambiar tensas llamadas telefónicas nos encontramos por fin, pillamos un bus (sin ningún incidente de mención esta vez) y cerca de las 4 nos estabamos acostando. Minutos después empezaba a amanecer.
DÍA 4. 08-07-2007. DOMINGO
A las 11:51 (estos ingleses y la puntualidad) había que coger un tren hacia Manchester por lo que a las 8:30 ya estabamos despiertos y bajando a desayunar. Esta vez pasé del calórico desayuno típico inglés y me decanté por un tazón de cereales y zumo de naranja, mucho más ligero, donde va a parar. Un poco después de las 10 dejamos el cutre Hotel Alhambra y nos dirigimos a la estación de tren de King Cross (la misma a la que habiamos llegado) para coger el tren. Como, a pesar de estar bastante cerca, arrastrar mi maltrecha maleta se hace todo un suplicio vamos en metro.
Exactamente a las 11:51 el tren (un coqueto artefacto de la Virgin Trains) sale de la estación. Son tres horas de viaje que paso leyendo un ejemplar de Empire que había comprado (y que me sorprendió por su inglés académico para todos los públicos que incluso yo podía entender sin mucho problema). Lo único reseñable del viaje es que pasamos por delante del Nuevo Wembley, donde el día anterior se había celebrado el Live Earth.
Antes de las 15:00 llegamos a la Estación de Picadilly. Está lloviendo y hace bastante frío por lo que el trayecto con la maleta sin ruedas hasta el hotel se hace bastante pesado. El Hotel Mitre está en pleno centro de Manchester, al lado del centro comercial Triangle y a espaldas a la catedral (que es bastante decepcionante por su pequeño tamaño). No es ningún cinco estrellas pero a diferencia de nuestro paradero en Londres es un hotel de verdad, pequeño y acogedor... y con las omnipresentes moquetas por todos lados, eso si.
Descansamos un rato en nuestras habitaciones mientras veiamos la final de Winbledom entre Nadal y Federer. Cuando el suizo finiquitó el partido, salimos del hotel, buscamos un bus y nos dirigimos hacia East Disbury, a visitar a Steve, un viejo amigo de LM que resultó ser clavadito a Kiefer Sutherland con veinte kilos de más. El trayecto dura más de media hora y durante el mismo atravesamos Chinatown, el barrio universitario, la Curry Mile (el barrio indio), un barrio de posibles y otro visiblemente pobre. Además llueve y para de llover una docena de veces, más o menos.
East Disbury es un barrio triste de calles vacias y casitas unifamiliares clónicas al que no ayuda nada para su disfrute el mal tiempo reinante. Encontramos la casa Steve, saludamos, entregamos los encargos hechos (jamón serrano y aceite de oliva, tontos no son los mancunianos) y nos vamos a la calle principal de Disbury en busca de algún pub donde tomar unas pintas. Después de una hora de charla, cerveza y cambios climatológicos, nos despedimos y partimos rumbo al centro. Sin embargo nos apeamos del bus antes, concretamente en la Curry Mile, para cenar en un indio.
Nunca había comido en un indio y la verdad es que fue una muy buena experiencia ya que es una comida muy sabrosa, aromática y con el punto justo de picante... y además nos salió bastante barato. Cuando salimos del restaurante esta lloviendo a mares por lo que nos resguardamos en la parada de autobuses más cercana a la espera del transporte.
La siguiente parada del viaje fue el Gay Village, una de las zonas más conocidas de marcha de toda la ciudad pero que resultó, por lo menos para mi, bastante decepcionante. El mal tiempo y que era domingo hacían que hubiera muy poca gente y, además, el sitio (a la humeda ribera de un canal) no es el mejor precisamente. Nos pasamos por un par de pubs semivacios donde cayeron unas pocas pintas y a eso de las 11 estabamos rumbo al hotel. Cuando llegamos al hotel nos tomamos unas pintas de Orange Juice & Lemonade (un refresco bastante típico de la zona) en el bar mientras veiamos en la televisión un partido de Argentina en la Copa America.
Un poco después de la medianoche, rendidos y empapados nos metemos en camita a intentar dormir más de un par de horitas como había sucedido noches anteriores.
Exactamente a las 11:51 el tren (un coqueto artefacto de la Virgin Trains) sale de la estación. Son tres horas de viaje que paso leyendo un ejemplar de Empire que había comprado (y que me sorprendió por su inglés académico para todos los públicos que incluso yo podía entender sin mucho problema). Lo único reseñable del viaje es que pasamos por delante del Nuevo Wembley, donde el día anterior se había celebrado el Live Earth.
Antes de las 15:00 llegamos a la Estación de Picadilly. Está lloviendo y hace bastante frío por lo que el trayecto con la maleta sin ruedas hasta el hotel se hace bastante pesado. El Hotel Mitre está en pleno centro de Manchester, al lado del centro comercial Triangle y a espaldas a la catedral (que es bastante decepcionante por su pequeño tamaño). No es ningún cinco estrellas pero a diferencia de nuestro paradero en Londres es un hotel de verdad, pequeño y acogedor... y con las omnipresentes moquetas por todos lados, eso si.
Descansamos un rato en nuestras habitaciones mientras veiamos la final de Winbledom entre Nadal y Federer. Cuando el suizo finiquitó el partido, salimos del hotel, buscamos un bus y nos dirigimos hacia East Disbury, a visitar a Steve, un viejo amigo de LM que resultó ser clavadito a Kiefer Sutherland con veinte kilos de más. El trayecto dura más de media hora y durante el mismo atravesamos Chinatown, el barrio universitario, la Curry Mile (el barrio indio), un barrio de posibles y otro visiblemente pobre. Además llueve y para de llover una docena de veces, más o menos.
East Disbury es un barrio triste de calles vacias y casitas unifamiliares clónicas al que no ayuda nada para su disfrute el mal tiempo reinante. Encontramos la casa Steve, saludamos, entregamos los encargos hechos (jamón serrano y aceite de oliva, tontos no son los mancunianos) y nos vamos a la calle principal de Disbury en busca de algún pub donde tomar unas pintas. Después de una hora de charla, cerveza y cambios climatológicos, nos despedimos y partimos rumbo al centro. Sin embargo nos apeamos del bus antes, concretamente en la Curry Mile, para cenar en un indio.
Nunca había comido en un indio y la verdad es que fue una muy buena experiencia ya que es una comida muy sabrosa, aromática y con el punto justo de picante... y además nos salió bastante barato. Cuando salimos del restaurante esta lloviendo a mares por lo que nos resguardamos en la parada de autobuses más cercana a la espera del transporte.
La siguiente parada del viaje fue el Gay Village, una de las zonas más conocidas de marcha de toda la ciudad pero que resultó, por lo menos para mi, bastante decepcionante. El mal tiempo y que era domingo hacían que hubiera muy poca gente y, además, el sitio (a la humeda ribera de un canal) no es el mejor precisamente. Nos pasamos por un par de pubs semivacios donde cayeron unas pocas pintas y a eso de las 11 estabamos rumbo al hotel. Cuando llegamos al hotel nos tomamos unas pintas de Orange Juice & Lemonade (un refresco bastante típico de la zona) en el bar mientras veiamos en la televisión un partido de Argentina en la Copa America.
Un poco después de la medianoche, rendidos y empapados nos metemos en camita a intentar dormir más de un par de horitas como había sucedido noches anteriores.
DIA 5. 09-07-2007. LUNES
Antes de las 9 de la mañana ya estabamos en perfecto estado de revista y, como en este hotel no teniamos el desayuno pagado, salimos en su busca. El Tesco de Triangle fue la opción elegida: batido de fresa, muffins de chocolate (exquisitos) y donuts. De este Tesco (y de todos los demás a los que fuimos durante el viaje) me sorprendió que a pesar de haber muchas cajas sólo había una cola, sin duda un método mucho más eficiente que el que usamos por aquí.
Con nuestras bolsas de la compra nos montamos a un autobús en dirección a Old Trafford, El Teatro de los Sueños, que también se encuentra en un barrio periférico (Trafford, obviamente) bastante alejado del centro. El bus nos dejó, ya bien desayunados, en la misma puerta de entrada del estadio. Al ser lunes el interior estaba cerrado al público excepto para visitas guiadas por lo que nos limitamos a recorrer su impresionante perímetro, a hacernos muchas fotos y a comprarle en la tienda del estadio a LM la camiseta que llevaba el ManU, del que es gran seguidor, en la célebre final de Champions de 1999 en el Camp Nou.
Con nuestras bolsas de la compra nos montamos a un autobús en dirección a Old Trafford, El Teatro de los Sueños, que también se encuentra en un barrio periférico (Trafford, obviamente) bastante alejado del centro. El bus nos dejó, ya bien desayunados, en la misma puerta de entrada del estadio. Al ser lunes el interior estaba cerrado al público excepto para visitas guiadas por lo que nos limitamos a recorrer su impresionante perímetro, a hacernos muchas fotos y a comprarle en la tienda del estadio a LM la camiseta que llevaba el ManU, del que es gran seguidor, en la célebre final de Champions de 1999 en el Camp Nou.
Después de una hora en Old Trafford volvimos a coger el bus para ir al cercano Trafford Centre, el que durante mucho años fue el centro comercial más grande de Europa. En los 100 metros escasos que había entre la parada del bus y la entrada al centro comercial nos cayó una granizada espectacular con la que nos calamos hasta los huesos. En el centro comercial estuvimos un par de horas, de las cuales yo pase más de una en el Apple Store que hay en su interior. Nunca había estado antes en un Santuario Apple y la verdad es que es una experiencia única para los sentidos. Como después de cinco días de viaje ya andaba muy justo de dinero no me compre nada... aunque había un iBook que me miraba con unos ojitos de cordero que casi me terminan convenciendo.
Desde Trafford Centre nos dirigimos de nuevo al centro parando en el barrio universitario para comer en un restaurante chino. Se trataba de un restaurante chino auténtico, de esos en los que te puedes encontrar a chinos comiendo en él (de hecho, de unas treinta mesas sólo había unas pocas ocupadas por no-asiáticos y la carta estaba en chino). La comida era totalmente distinta a la que te puedes encontrar en un chino normal pero tampoco me resultó especialmente sabrosa para lo cara que era. Por suerte el restaurante estaba lo suficientemente occidentalizado para tener cucharas y tenedores porque lo mío no es precisamente el manejo de los palillos. Debajo del restaurante había un supermercado chino por el que nos dimos un garbeo antes de poner rumbo definitivo al hotel. Bueno, no todos, ya que LG se marchó directo al aeropuerto ya que su vuelo hacia Belfast salía aquella misma tarde.
Después de descansar un rato en las habitaciones fuimos a Triangle a dar una vuelta y hacer las compras para la familia. Triangle no es un centro comercial al uso sino que es un espacio de ocio abierto, es decir, se encuentra incrustado en el mismo corazón de Manchester e incluso el tranvía pasa por dentro de él. Por cierto, que este tranvía me resultó bastante decepcionante ya que no se trata de locomotoras clásicas como las de San Francisco sino que son vagones de tren normales, con lo que se pierde todo el encanto de este clásico medio de transporte.
Pues eso, que dimos un garbeo por Triangle, que estaba realmente abarrotado y eso que era lunes por la tarde, que un viernes o un sábado por la mañana tiene que ser realmente axfisiante. En Primark, la cadena de ropa más barata que me he echado a la cara (tanto como un mercadillo o rastro pero con una calidad idéntica a un Zara o semejante), me pillé tres camisetas y unos vaqueros. Montante total de la compra: 10 libras. Chollazo. En Tkmaxx adquirí varias cositas (bolsos, colonias...) para mi madre, mi tía y mia buela. Además cayeron varias tabletas de auténtico chocolate negro inglés, un armband para el iPod en un HMV (no me preguntes porque no lo compré en el Apple Store por la mañana porque no lo se) y un pack de la indispensable Ribena (aka raibina).
Hechas las compras volvimos al hotel, nos arreglamos y fuimos a dar una vuelta, que llevabamos todo el día abstemios y eso había que remediarlo. Fuimos a la agradable y floreada Plaza del Ayuntamiento donde habiamos quedado con Harry, un viejo amigo de LM que había sido jugador de rugby y estaba aprendiendo español. Mientras esperabamos, C y servidor nos entretuvimos grabando un vídeo y mandandoselo a M (que se había quedado solita la pobre en el despacho) desde un punto de email callejero de Yahoo que había en el mismo centro de la plaza.
Una vez llegado Harry nos dirigimos a un pub cercano a empezar a saciar la sed acumulada. Como se trataba del último día le echamos valor y pedimos unas ales, la cerveza caliente típica de las islas. Estas ales resultaron ser una grata sorpresa ya que no están calientes sino a temperatura ambiente y tienen un sabor más que aceptables. Durante un par de horas estuvimos bebiendo cerveza y charlando en spanglish con Harry por diferentes pubs de Manchester hasta que cerca de medianoche llegamos al hotel con la intención de dormir un par de horas antes de coger el avión de vuelta a la Piel de Toro.
Desde Trafford Centre nos dirigimos de nuevo al centro parando en el barrio universitario para comer en un restaurante chino. Se trataba de un restaurante chino auténtico, de esos en los que te puedes encontrar a chinos comiendo en él (de hecho, de unas treinta mesas sólo había unas pocas ocupadas por no-asiáticos y la carta estaba en chino). La comida era totalmente distinta a la que te puedes encontrar en un chino normal pero tampoco me resultó especialmente sabrosa para lo cara que era. Por suerte el restaurante estaba lo suficientemente occidentalizado para tener cucharas y tenedores porque lo mío no es precisamente el manejo de los palillos. Debajo del restaurante había un supermercado chino por el que nos dimos un garbeo antes de poner rumbo definitivo al hotel. Bueno, no todos, ya que LG se marchó directo al aeropuerto ya que su vuelo hacia Belfast salía aquella misma tarde.
Después de descansar un rato en las habitaciones fuimos a Triangle a dar una vuelta y hacer las compras para la familia. Triangle no es un centro comercial al uso sino que es un espacio de ocio abierto, es decir, se encuentra incrustado en el mismo corazón de Manchester e incluso el tranvía pasa por dentro de él. Por cierto, que este tranvía me resultó bastante decepcionante ya que no se trata de locomotoras clásicas como las de San Francisco sino que son vagones de tren normales, con lo que se pierde todo el encanto de este clásico medio de transporte.
Pues eso, que dimos un garbeo por Triangle, que estaba realmente abarrotado y eso que era lunes por la tarde, que un viernes o un sábado por la mañana tiene que ser realmente axfisiante. En Primark, la cadena de ropa más barata que me he echado a la cara (tanto como un mercadillo o rastro pero con una calidad idéntica a un Zara o semejante), me pillé tres camisetas y unos vaqueros. Montante total de la compra: 10 libras. Chollazo. En Tkmaxx adquirí varias cositas (bolsos, colonias...) para mi madre, mi tía y mia buela. Además cayeron varias tabletas de auténtico chocolate negro inglés, un armband para el iPod en un HMV (no me preguntes porque no lo compré en el Apple Store por la mañana porque no lo se) y un pack de la indispensable Ribena (aka raibina).
Hechas las compras volvimos al hotel, nos arreglamos y fuimos a dar una vuelta, que llevabamos todo el día abstemios y eso había que remediarlo. Fuimos a la agradable y floreada Plaza del Ayuntamiento donde habiamos quedado con Harry, un viejo amigo de LM que había sido jugador de rugby y estaba aprendiendo español. Mientras esperabamos, C y servidor nos entretuvimos grabando un vídeo y mandandoselo a M (que se había quedado solita la pobre en el despacho) desde un punto de email callejero de Yahoo que había en el mismo centro de la plaza.
Una vez llegado Harry nos dirigimos a un pub cercano a empezar a saciar la sed acumulada. Como se trataba del último día le echamos valor y pedimos unas ales, la cerveza caliente típica de las islas. Estas ales resultaron ser una grata sorpresa ya que no están calientes sino a temperatura ambiente y tienen un sabor más que aceptables. Durante un par de horas estuvimos bebiendo cerveza y charlando en spanglish con Harry por diferentes pubs de Manchester hasta que cerca de medianoche llegamos al hotel con la intención de dormir un par de horas antes de coger el avión de vuelta a la Piel de Toro.
DIA 6. 10-07-2007. MARTES
Antes de las 3:30am ya estabamos en pie, con las maletas hechas y peleandonos con el conserje del hotel que nos quería cobrar una habitación de más. Minutos después, con el tema de las habitaciones ya resuelto, cogiamos un taxi rumbo al aeropuerto, en el cual teniamos que embarcar a las 4:30 ya que el vuelo salía pasadas las 6 de la mañana.
Si en London-Luton nos había sorprendido la falta de seguridad, esta vez era todo lo contrario: varias parejas de militares con perros, armados (los militares, no los perros) dando vueltas y una cola de media hora para pasar el control de seguridad. Yo no tuve ningún problema en pasar el control pero L y LM pitaron por lo que tuvieron que descalzarse y volver a pasarlo.
A las 6 estabamos montados ya en el avión (de RyanAir esta vez pero igual de pequeño y claustrofóbico que el de ida). A las 6:30 ya habiamos despegado y antes de las 10 ya estabamos en Málaga... donde un calor infernal nos recordó que era verano y nos dejó aplastados. Recogimos el coche (sorprendentemente intacto) del garage tercermundista donde lo habiamos dejado el jueves anterior y recorrimos la última etapa del viaje: la vuelta a casa.
Pasadas las 2 de la tarde, justo cuando mi madre estaba sirviendo la mesa, abrí la puerta de mi casa y entré con mi maleta rota, algunos regalos, agujetas en las piernas, los mofletes colorados y un montón de buenos recuerdos.
Un saludete guap@s.
Si en London-Luton nos había sorprendido la falta de seguridad, esta vez era todo lo contrario: varias parejas de militares con perros, armados (los militares, no los perros) dando vueltas y una cola de media hora para pasar el control de seguridad. Yo no tuve ningún problema en pasar el control pero L y LM pitaron por lo que tuvieron que descalzarse y volver a pasarlo.
A las 6 estabamos montados ya en el avión (de RyanAir esta vez pero igual de pequeño y claustrofóbico que el de ida). A las 6:30 ya habiamos despegado y antes de las 10 ya estabamos en Málaga... donde un calor infernal nos recordó que era verano y nos dejó aplastados. Recogimos el coche (sorprendentemente intacto) del garage tercermundista donde lo habiamos dejado el jueves anterior y recorrimos la última etapa del viaje: la vuelta a casa.
Pasadas las 2 de la tarde, justo cuando mi madre estaba sirviendo la mesa, abrí la puerta de mi casa y entré con mi maleta rota, algunos regalos, agujetas en las piernas, los mofletes colorados y un montón de buenos recuerdos.
Un saludete guap@s.
cuando tenga 2 dias libres leeré esto...tiene buena pinta
ResponderEliminarInteresante (e intenso) cuaderno de viaje.
ResponderEliminarYo acabo de empezar otro sobre otro viaje en mi blog.
¡Saludos Kalimero!
brose: pero hombre, que es largo pero no tanto, leetelo!!!
ResponderEliminardani lebowski: gracias!! Va a estar interesante el seguir el nacimiento de un corto desde su origen... y además tento un palpito de que El Embaucador va a ser todavía mejor que los anteriores!!
Pd: ya vi El Gran Lebowski.
Saludetes.
Super-bonito. Besicos
ResponderEliminarMe la jarro a dos manos, señores.... el mejor post del blog sin lugar a dudas. Demasiados recuerdos.
ResponderEliminarUn abrazo kalimero. Nos vemos.
Oh yeah, junior, oh yeah!!!
ResponderEliminarQue buenos momentos!!!
Saludetes
Está bien que otros recuerden por uno.
ResponderEliminarSobre todo cuando se está mayor.
Jejeje, que va, si todavía eres joven... por lo menos de espíritu jejeje
ResponderEliminarPd: tomadas las notas que me apuntas en el email. Este finde corrijo.
Saludetes.
Muy bueno Vuelos baratos a Londres
ResponderEliminarViajar sin preocupaciones es como darle alas a tus sueños y dejar que despeguen. Gracias a una agencia de viajes, puedes transformar tus deseos en realidad, liberándote de la logística y permitiéndote disfrutar plenamente de cada destino. Deja que los expertos cuiden de los detalles, mientras tú te sumerges en la aventura y creas recuerdos invaluables. ¡Viajar nunca había sido tan fácil y emocionante
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